Te bebes impávido mi veneno
y mi soberbia inunda tus ojos.
Eres el pozo ancho y hondo
donde van a parar mis alimañas.
Depositario tú de todos los arrebatos
descanzas sobre razones falaces
y cortas la lágrima en seco
(como esas represas que odias)
y con ellas tejes redes de mariposas.
La tristeza tuya me cae en los pechos
abriendo los caminos de la culpa
y de las certezas de que todo y nada ha sido en vano.
Un grito esperanzador no ve salida.
Va a esconderse entre la hiedra.
Sólo queda el eco de lo que pudo ser
y la pena de no estar para verte vivir.
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